Las veredas están mojadas, el día gris y mi bufanda de un color que jamás vestiría en Montevideo.
Quiero al sur. Extraño al sur. Lo quiero y siento lejano a pesar de que este invierno me lo recuerda.
Amo al sur como a tu cuerpo. Con la misma intensidad y la misma frustración de no poder tenerlo.
Extraño las olas de mi río como mar rompiendo sobres las viejas paredes de la rambla allá, a la altura del Templo Inglés.
Imagino tus ojos color cielo maravillados al ver la puerta de entrada hacia el corazón del sur. Tus ganas de bailar tango en alguna calle de adoquin. Imagino tantas locas ideas que sólo quedaran en mi fantasía o en el deseo de lo inalcanzable.
Un día quizás llegues hasta allí al lugar exacto donde dejé mi corazón. Quizá alguien cante a tu oído "Adagio a mi país" o te escriba un poema sobre la mesa de mármol de un viejo bar sobre la calle Maldonado.
No seré yo quien acaricie tu rostro bajo la Cruz del Sur. Ni humedezca tus labios con el sorbo de algun tinto. No seré yo quien derrame sobre tu piel el peso viril que sacie tus ganas de amar.
Y sin embargo cuando llegues allí, hasta mi primer morada, pensarás en mi.
Por un instante absurdo, mi nombre dará vueltas en tu memoria. Mirarás los árboles cuyas raíces asomaran por entre las ranuras de las baldosas rotas, olerás el perfume a jazmín de mis jardines familiares y un demente toque traerá a tu cuerpo el único de mis abrazos.
Sin quererme, sin desearme, sin tener siquiera la más mínima nostalgia de mí, me recordarás.