Desde Guatemala presenta su álbum debut: “El amor es un fantasma”.
Dicen que es en la niñez cuando manifestamos el talento que anida en nuestra sangre o en nuestros genes. Los juegos de niños reflejan lo que la naturaleza nos ha legado desde antes de nacer. Luego, el entorno familiar y el medio en el cual vamos creciendo colabora o no en el desarrollo de nuestros primeros sueños.
Antes de comenzar a hablar, Shery ya cantaba.
Por horas imitaba los sonidos provenientes de los discos que su mamá escuchaba. En sus juegos de niña un trapeador hacía las veces de micrófono, la escoba de guitarra y algunas ollas ocupaban el lugar de una batería.
Tal es la carta de presentación de una de las voces actuales femeninas más dulce de la canción romántica en Guatemala.
“Mi familia sigue debatiendo de dónde proviene mi talento hacia la música. En mi casa todos han sido músicos autodidactas, algunos de mis hermanos tocan piano, otros guitarra. Y yo estoy sumamente agradecida al ser supremo que me ha dado el timbre de voz que tengo”.
Shery tenía apenas nueve años cuando aparentando más edad por su estatura, tacones y maquillaje se entrometió como corista en el escenario de un Festival OTI de la Canción. Desde allí, supo que el oído y el corazón de la gente serían el mejor lugar donde podría vivir su voz.
En el año 2003 se presenta al casting para las Olimpiadas Mundiales de las Artes Escénicas, en Hollywood donde obtiene una medalla con la canción de su autoría: “El amor es un fantasma”.
“Desde entonces comencé a estudiar canto y a perfeccionarme en la composición. He mantenido mi disciplina porque en cuestiones de arte no basta el talento sino también se necesitan altas dosis de trabajo.”