Latinos en Los Angeles: Juanísima






“No ha de ser un cheque el que me ate la lengua”.

La conocí en la acera de una organización no gubernamental de Los Angeles. Una de esas organizaciones que dicen abogar por los derechos de los trabajadores y de la gente más vulnerable de los Estados Unidos: los inmigrantes.
Comandaba un grupo de mujeres amas de casa que se disponían a partir en un autobús rumbo a las puertas de un edificio federal con el fin de protestar ni se bien por qué asunto.
El caso es que yo estaba allí por simple curiosidad; nunca había participado de una protesta en Los Angeles. Subí al autobús junto con algunos activistas, las mujeres y un par de estudiantes.
En el trayecto los empleados de la organización pedían detener la marcha y levantar a cuanto jornalero encontrábamos en el camino. La invitación era: “vamos a protestar por nuestros derechos”.
Llegamos al edificio y comenzó la protesta. Algunos con altavoces gritaban frases armadas y consignas políticas. Dábamos vueltas en círculos portando carteles con letras negras y fondo amarillo.  Me atrevería a decir que la mitad más uno de los que caminábamos allí frente no sabíamos las razones o entretelones políticos de la protesta.
La mujer que comandaba al grupo de amas de casa me llamó la atención había algo en su figura pequeña y sus ojos oscuros, una energía  que me hacía visualizarla como diferente al resto. Me acerqué a ella y  comenzamos a charlar.  De la charla poca información obtuve: nombre, lugar de nacimiento, profesión y nada más.
Terminó la protesta, me retiré camino a mi casa y me quedé con la sensación que algún día tendría que sentarme a conversar  grabadora de por medio con aquella mujer de pelo azabache y presencia de líder.
Jamás volví a pisar las instalaciones de aquella organización ni volví a ser  parte de ninguna de sus protestas. Nunca más me senté en un autobús en medios de jornaleros y amas de casa que a mi modo de ver estaban siendo manipulados por personas con sueldos para defender, dicen que sus derechos.
Seis años después, en un domingo del mes de mayo mientras bajaba del metro en Little Tokyo rumbo al Museo de Arte Contemporáneo de Los Angeles alguien gritó mi nombre. Al darme vuelta reconocí la figura de aquella mujer que sin conversar mucho conmigo me impresionara tanto.
Nos sentamos en el andén y preguntó por mi vida. Yo pregunté por la de ella y al despedirnos, le pedí permiso para grabar su historia.
Días después desde un restaurante oaxaqueño de la calle Pico, mientras comía los chilaquiles más deliciosos que un paladar uruguayo podría reconocer, escribí la historia que Juana Nicola me tenía que contar.
***

“Vengo de un pueblecito que se llama San Juan del Río en Oaxaca, México.  Soy una mezcla extraña de padre veracruzano y madre oaxaqueña.  Mi lengua es el español pero aprendí zapoteco porque era necesario entender la lengua de mi gente.”
¿Por qué?
“No se vale que grupos de extranjeros vengan a aprender nuestras lenguas indígenas con fines políticos o económicos para abusar de nuestra comunidad y nosotros los mexicanos no aprendamos la lengua de los nuestros. Nuestras comunidades  autóctonas han sido abusadas, les han robado su legado cultural y por ignorancia nosotros los mexicanos lo hemos  permitido.”
Proviene de una familia numerosa. El papá de Juana el cual pertenecía a un partido tradicional mexicano, pero “mis ideas políticas no las heredé de mi padre, sino de mi madre. Ella fue una verdadera líder porque jamás siguió ningún partido político. Así debe ser un verdadero líder . Todos en nuestra familia tenemos en la sangre el deseo de trabajar por la justicia social. Y aunque estemos de éste lado del Río Grande no significa que nuestras ideas cambiaron. El perico donde quiera que va es verde.”
“En nuestra familia hay un fuerte debate de ideas pero casi todos heredamos la pasta de líder. Diferimos en muchas cosas. Yo estoy con la postura de que la democracia nace en la comunidad de base, no de favoritismos políticos partidarios. En ese caso, ya no es democracia sino dedocracia. Necesitamos líderes comunitarios con poder, no líderes que trabajen por un salario.  Quienes responden a partidos políticos aún por debajo de la mesa, trabajan para un patrón,  no para la comunidad.
¿Y qué pasa cuando un líder de base llega al poder?
Un verdadero líder jamás se olvida de la base  aunque en ello se le vaya la vida. Un líder que lucha por justicia social se convierte en un obstáculo para los intereses políticos de cualquier partido. Un verdadero agente de cambio social jamás comulga con el poder político.  Los verdaderos líderes en Oaxaca la mayoría ya están muertos o están de éste lado, han tenido que huir para salvar sus vidas. Quienes están sentados en la mesa del poder no son líderes, son caciques.
¿Por que decidió organizar grupos de mujeres?
Las mujeres somos las que llevamos las riendas de nuestra casa, de nuestra familia. No es que menosprecie el valor de los hombres, tengo padre e hijos varones y no puedo difamar el trabajo de ellos.  Pero las mujeres tenemos dolores que los hombres no tienen. A las mujeres nos duele parir  entonces ¿cómo es posible que las mujeres no podamos traer cambio al mundo? Hay que dignificar y valorizar nuestro trabajo como agente de cambio social.
Algunas mujeres han llegado a ocupar puestos de poder y sin embargo han continuado la política de sus antecesores hombres.
Muy cierto. Pero ellas no se han liberado; actúan como mujeres sometidas al machismo así que sus decisiones no son más que la prolongación de la sociedad patriarcal. Piensan y actúan como títeres del poder ya establecido sin hacer ningún tipo de cambio. Por eso creo en una nueva educación de mujeres organizadas.
Cuando la conocí, usted trabajaba para una organización no gubernamental  muy conocida de Los Angeles que dice abogar por los derechos de los inmigrantes. Organizaba mujeres. Hoy ya no está allí y ha formado como dicen en mi tierra “rancho aparte” ¿Por qué tomó ésta decisión y qué es consiste el grupo que ha formado?
La idea nace en abril  del 2008. El M.I.O (Mujeres Inmigrantes Organizadas) son mujeres inmigrantes organizadas en su totalidad, líderes de la comunidad, del vecindario. El objetivo es crear conciencia política para llegar a una participación activa, democrática y a futuro. Esta sigla seguirá creciendo hasta estar todas las integrantes en una sola página: M.I.O (Mujeres Independientes Organizadas).  La razón de su fundación es una sola: la existencia de abismos.
¿A qué tipo de abismo se refiere?
Existen grupos que hacen trabajo organizativo con ideas de izquierda en pro de los inmigrantes pero que actúan en grupos cerrados descuidando las necesidades la base. Organizaciones con supuestos líderes que en realidad terminan casándose con el poder.
¿Son éstos los caciques a los que hacía mención?
Sí. Estamos cansados de éstos supuestos “líderes comunitarios”.  Los inmigrantes no somos ignorantes de esta situación. Estamos hartos de que a nuestras costillas se preocupen más por tener una vida cómoda, un cheque todos los meses que les otorgue beneficios a costa de nuestra situación en lugar de defendernos.
“Nadie va a darnos lo que nosotros podemos conquistar por nosotros mismos,” –continúa Juana, – “por  eso creo en la lucha organizada de las mujeres inmigrantes, en la base está el cambio, no en los activistas que sólo se preocupan por salir bien en la foto junto con los políticos. Yo me retiro de lo que me estorba y sigo mi lucha junto a la gente de base porque creo en el poder de nuestra gente más que todo”.
Desde muy joven Juana Nicola trabajó en Oaxaca como activista. Fue parte de un movimiento cuyo nombre calla porque “me da vergüenza haber pertenecido a él, yo creía en sus líderes y hoy son políticos ocupando cargos y dando discursos de gobierno sin importarles el clamor de nuestro pueblo oaxaqueño. Muchos de ellos se han vendido a un puesto de trabajo seguro”.
Su carrera durante más de 25 años en el magisterio la convirtió en una auténtica sembradora de ideas y ese es su orgullo: “Jamás he querido mi nombre en una página de sociales, pero siempre he luchado porque mi nombre esté unido a las ideas de justicia e igualdad social.”
Juana Nicola fue amenazada de muerte y debe emigrar a Estados Unidos: “Si no dejaba Oaxaca me iban a matar”.
El venir al “Norte” ¿no la convirtió en una desertora?
El habernos venido no significa que desertamos de nuestros ideales. Estamos aquí porque necesitamos y quisimos conservar nuestras vidas. El seguir con vida nos permite seguir luchando desde aquí. Los líderes verdaderos jamás dejamos de luchar. Nuestra gente  aquí y nuestra gente allá tienen necesidades diferentes pero tan válidas unas como otras, para seguir peleando por el cambio social.
Nosotros, los luchadores no nos morimos así nomás. A veces creo ¡tenemos más vida que los gatos! Y los que se quedaron y murieron son como luciérnagas que después de muertas aunque las enterremos en un pozo siguen brillando. No estamos buscando la gloria estamos buscando cambios verdaderos.
Estoy en el norte y desde aquí continúo peleando en este caso por el movimiento de inmigrantes sin miedo. Quiero un inmigrante que pelee por su derecho a ser legal en este país. Porque el planeta es de todos y hay que terminar con esta desigualdad que nos condena a ser llamados criminales. ¿Quién dijo que trabajar y salir adelante es de criminales?
Juanísima – sobrenombre que le dieron sus compañeras – no comulga con el poder y tiene claro que las amenazas de muerte pudieron venir de cualquier lado: “Cuando una es vocera de la comunidad, vocera de un cambio y denuncia la corrupción, molesta, y te conviertes en blanco de agresión. Este es el caso de los asesinatos que acaban de suceder recientemente en Oaxaca con líderes de nuestra base.
¿Y por qué dejó la organización para la cual trabajaba en Los Ángeles?
Cuando llegué a Estados Unidos debido a mi deterioro físico por los hechos sucedidos en Oaxaca me retiré por algunos años. Luego de restablecerse mi salud volví al activismo, perteneciendo a la lucha del sector laboral con un grupo de trabajadoras amas de casa. Viví en carne propia los abusos que sufre este sector olvidado , me agarré de una organización establecida para compartir mi experiencia como activista y organizadora. Mi meta era denunciar y ventilar los abusos que sufrimos a través de los medios, a través de la prensa divulgando las necesidades de las trabajadoras. Es algo que aún sigo haciendo pero ya no desde una organización sino desde mi propia célula.
“Mi trabajo – continúa- no era mostrar mi rostro en los medios públicos para alimentar mi ego, porque sólo el rostro de la comunidad es el que hay que dignificar, no el nuestro y les pasa a muchos de los organizadores y líderes comunitarios en Los Angeles. Terminan convirtiéndose en la carita sonriente  junto a la carita del político de turno. Al estar dentro de aquella organización veía una misma conducta  en sus líderes: le deben fidelidad a quien les da el dinero para vivir, es decir tienen un patrón y este patrón exige que se cumpla lo que él manda. En realidad no están trabajando para nuestra base. Ellos trabajan para el cheque y las ideas del patrón. Yo trabajé para ellos porque creía en la lucha pero cuando comencé a conocer los entretelones de la organización ví cuan lejos estaba de mis ideales y de los de mi gente. Así que un día le dije a mi jefa: “no será un cheque el que me ate la lengua” y renuncié a mi puesto de trabajo sin tener otro para sobrevivir”.

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